Labios sellados

El precio de la verdad. Era algo que Frank Costello conocía demasiado bien. Verano de 2007, en el exterior disfrutamos de una temperatura de 21ºC, la humedad es del 33% y el índice UV es cero. Algo normal considerando que el sol ya se ha puesto.

Y, con estas ideales condiciones climatológicas, podría identificarme con un capo de la Cosa Nostra calculando cuanto puede costarle sobornar a un testigo. Cuanto puede permitirse pagar por respirar tranquilamente. Por la ventana se cuelan los cantos etílicos de un grupo anónimo, pero por encima de ellos pueden llegar a resonar voces dentro de mi cráneo.

Apagar las luces, cerrar los ojos y disfrutar del silencio. El silencio que te mece como si estuvieras en una piscina de mercurio. El mismo silencio que, sin embargo, ahora se torna pesado plomo sobre mis pulmones. Solitarias noches de verano.

¿Te apetece una Fanta para amenizar la lectura de esta sarta de incongruencias? No te preocupes, yo invito. Mientras tanto, si no te importa, saca una sierra que tengo en el cajón. ¿La tienes? Pues utilízala para separar mis costillas del esternón y dejar mi corazón al descubierto. Coge martillo y cincel, apunta a mi órgano vital y golpea. Quizás necesite romper definitivamente dicho músculo para que vuelva a latir con normalidad.

El cálculo diferencial es complicado, el integral también. Pero ambos son comprensibles. Quizás necesites mucho tiempo, pero todo acaba cuadrando, al fin y al cabo hay gente que ha aprobado esas asignaturas y otras más difíciles... Sin embargo hay otras cosas a las que he dedicado horas y horas en mi mente pero es imposible que cuadre. ¡No! Esa pieza no va ahí...

- ¿Estudias o trabajas?
- Vivo la vida como buenamente puedo.

¿Tiene sentido esconderse? ¿Tiene sentido que te escondas? Por ahora yo usaré el soplete para volver a cicatrizar las heridas. Al fin y al cabo esto es un juego de delirios, mi intención no es dañar a nadie que no sea yo mismo. Y, ya sabes, cualquier parecido con la realidad es mera casualidad.