Distopía II
... Distopía I
Sueño, y en mi sueño no soy capaz de discernir la realidad. Un prado verde, poblado de flores, cielo azul y sol brillante, ¿soledad?
Pero la noche me arropa y la realidad me asfixia. Desde lejos, contemplando una especie de película antigua cargada de ruido, todo parece tan irreal que ha de ser real. ¿Sólo yo me doy cuenta?
Seguiré esperando, observando, masticando con repugnancia mis palomitas mientras sigo viendo esta incomprensible película en blanco y negro.
El sueño dio paso a la realidad acompañada de nuevo con un intenso dolor de cabeza, sin embargo la escena no era la habitual. No había despertador estridente obligándole a reaccionar ni reconoció en un primer momento el lugar en el que me encontraba. ¿Habría despertado realmente?
Se encontraba postrado sobre el suelo de una habitación a oscuras, sin embargo, una televisión silenciada proporcionaba luz cambiante al ritmo de una telenovela que desconocía. Fue en ese momento cuando sintió una cálida humedad en sus brazos y manos. Alzó lentamente su extremidad izquierda a la altura de unos ojos que inmediatamente se dilataron al contemplar que el líquido cálido que había sentido era sangre, sangre aun caliente, sangre como la que en ese preciso instante su corazón bombeaba a toda velocidad a través de su cuerpo.
Tras levantarse limpió sus manos en el único sofá que había en la habitación, enfrentado a la televisión como único y sobrio mobiliario. Se dirigió a la puerta y tiró del pomo, a sus oídos llegó una canción que resonaba a través del pasillo que comunicaba la casa en la que se encontraba. Todo se encontraba a oscuras y las puertas se encontraban cerradas escepto una, al fondo, que se encontraba entrecerrada dejando escapar un pequeño halo de luz.
Mientras se acercaba a la puerta entreabierta comenzó a distinguir la canción, "Fly Me to the Moon". Simultaneamente Sinatra confesaba su amor sujetó el pomo con fuerza y empujó la puerta dando lugar a la sangrienta visión. Una bañera daba cobijo al inerte cuerpo de una mujer pelirroja sumergida en su propia sangre que hubiera surgido escasos momentos antes del ahora carmesí cuello que permitía a la cabeza reposar en ángulo exagerado fuera del improvisado ataúd.
I love... you. - La música, que procedía de un reproductor situado tras la bañera, se detuvo. El silencio le sacó de su ensueño y comenzó a llorar postrado de rodillas sobre el suelo. Pasaron varios minutos y, cuando parecía haberse dado por satisfecho o darse cuenta de lo inútil de sus lágrimas, se encaminó hacia el lavabo y limpió los restos de sangre en sus manos. Después se limpió la cara para intentar así despertar de esa ineludible pesadilla.
Se miró al espejo y observó sus ojeras, la ropa que vestía era suya, sin embargo no era la que llevaba cuando perdió la consciencia. Recordó todos los extraños sucesos de la noche anterior, o cuando fuera, pues desconocía el tiempo que había permanecido ausente de la realidad. Recordó a María, recordó el momento en el que entró su habitación y contempló asombrado como la ventana parecía haber sido embestida hacia el exterior de su casa, recordó el intenso dolor en la parte posterior de la cabeza...
En ese momento se llevó las manos a la parte posterior de la cabeza y notó un intenso dolor al palpar el bulto que había tomado posesión del lugar en el que recibiera un golpe. Se dirigió de vuelta al pasillo, intentó accionar un interruptor pero era inútil, parecía que la única bombilla en toda la casa era la que iluminaba de forma amrillenta el cuarto de baño. Decidió no darse la vuelta, no quería contemplar el cuerpo sin vida que se encontraba a escasos metros, comenzó a caminar por el pasillo tanteando y ayudándose de la luz que escapaba por la puerta.
Su instinto le arrastró hasta lo que parecía ser la salida, pues se trataba de una puerta horadada por una gran mirilla en forma de rejilla. Tiró del pomo y, aunque la puerta opuso cierta resistencia en un primer momento, despues cedió con un leve chirrío dando lugar a la destartalada escalera de un antiguo bloque de pisos. Se percató de su situación y decidió salir del edificio intentando llamar la atención lo menos posible. Sin dar la luz comenzó a descender la escalera, atravesó tres plantas y se dio de bruces con el exterior. Una calle estrecha y desconocida, iluminada tenuemente por unas farolas, un cielo oscuro y nublado que dejaba entreveer una luna menguante.
Comenzó a andar sin rumbo fijo, al alcanzar el final de la calle tomó un rumbo aleatorio pues seguía sin reconocer el lugar en el que se encontraba. Era incapaz de pensar con claridad y menos aun de orientarse. Caminó durante varios minutos sin rumbo fijo, sin buscar referencias de tipo alguno, por una intrincada red de callejuelas mal iluminadas.
Siempre perdido, sin rumbo fijo. Ni un brusco y obligado viraje le ha servido para adoptar una nueva actitud, incapaz de afrontar su realidad en cada momento. Incapaz de mantenerse fuerte frente a sus miedos, incapaz de tomar decisiones, incapaz de ver más allá de sus narices.
Al fin llegó a lo que parecía ser una avenida o, al menos, una calle mayor distinta a las callejuelas que dejaba atrás, aunque igual de desierta. Buscó la placa identificativa que le revelara donde se encontraba. Tampoco fue capaz de reconocer el nombre impreso en la placa.
Cansado de andar, se recostó en el portal más recogido que se encontraba al alcance de su vista. No quería dormirse, estaba asustado y no confiaba de lo que pudiera pasarle durmiendo en la calle, sin embargo, no tardó ni una hora en rendirse a Morfeo.
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